Carolyn Richmond (Charlottesville, Virginia, 1.º de marzo de 1938-Madrid, 26 de junio de 2024) fue crítica literaria, escritora y profesora emérita de Literatura Española de la City University of New York.
Tras pasar sus primeros veinticinco años en Nueva Inglaterra, donde obtuvo su grado en Historia del Arte y su máster en Literatura Española por el Smith College (1960 y 1963 respectivamente), se doctoró por la Universidad de Wisconsin-Madison en 1975 con una tesis sobre la novela Su único hijo, de Leopoldo Alas, Clarín. Miembro desde 1969 del Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas del Brooklyn College de la City University of New York, se incorporó en 1983 a la facultad del Programa de Doctorado de dicha Universidad.
Desde su jubilación de la enseñanza, en 2000, pasó a residir en Madrid, donde dedicó su tiempo a la investigación, a la escritura y a la Fundación Francisco Ayala (con sede en Granada), de la que fue presidenta de honor y directora académica.
Sus estudios se centraron principalmente en la obra narrativa de tres autores españoles: Leopoldo Alas, Ramón Gómez de la Serna y Francisco Ayala, de cuyas Obras completas, en siete volúmenes, fue editora.
En 2016 fue elegida Miembro Correspondiente de la Real Academia Española.
En 2018, su ensayo Días felices. Aproximaciones a El jardín de las delicias de Francisco Ayala obtuvo el premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos.
Carolyn Richmond (Charlottesville, Virginia, 1 March 1938-Madrid, 26th June 2024) was a literary critic, writer, and professor emerita of Spanish Literature at the City University of New York.
After spending her first twenty-five years in New England, where she received her A.B. in Art History and A.M. in Spanish Literature from Smith College (in 1960 and 1963, respectively), she earned her Ph.D. at the University of Wisconsin-Madison in 1975 with a thesis on the novel Su único hijo, by Leopoldo Alas, Clarín. In 1969 she joined the Department of Modern Languages and Literatures of Brooklyn College of the City University of New York, and in 1983 she was appointed to the faculty of the CUNY Ph.D. Program in Hispanic and Luso-Brazilian Literatures.
Since her retirement from teaching, in 2000, she resided in Madrid, where she devoted her time to research, writing, and the Francisco Ayala Foundation (located in Granada), of which she was honorary president and academic director.
Her studies have focused primarily on the fictional work of three Spanish authors: Leopoldo Alas, Ramón Gómez de la Serna, and Francisco Ayala, of whose Complete Works, in seven volumes, she served as editor.
In 2016 she was elected Corresponding Member of the Spanish Royal Academy.
Bien está —en efecto— lo que bien acaba. Han transcurrido, ya, cuarenta años desde que me embarqué, con rumbo desconocido, en una aventura intelectual cuyos resultados materiales —las labores que de camino he conseguido hilvanar— están enumerados en la presente relación bibliográfica, que ojalá no se parezca en demasía a una hoja de propaganda personal…
Ocurrencia esta que me hace recordar, por asociación, un lema publicitario de los años cuarenta —el anuncio de una conocida tienda de ropa de trabajo ubicada en la bonaerense calle de Callao— que solía invocar, no sin cierta ironía, una persona amiga mía: «El tiempo pasa —decía— y la ropa queda… si es de Roveda». Llevo no sé cuántos años esperando un momento oportuno para valerme por escrito de esta pragmática reflexión acerca de la inmortalidad, no ya del cangrejo (ni desde luego de las prendas duraderas…), sino del arte en general y, más concretamente en lo que aquí nos atañe, de la literatura —la auténtica y verdadera—, a cuya indagación he venido dedicando estas últimas cuatro décadas de mi vida profesional.
Consciente cada vez más del paso de los años, he resuelto crear una página web propia cuyo objetivo principal, al menos por ahora, consiste en poner a disposición del lector una lista, actualizada y brevemente anotada, de escritos míos publicados en papel. Lo que más adelante se opte por hacer con una parte, o la totalidad, de dicho material está aún por ver. A mí siempre me ha interesado tanto el proceso mediante el que se lleva a cabo un determinado proyecto, como el resultado final. En ello estamos.
Por ahora me conformo con que esta iniciativa vaya cobrando vida propia. El tiempo pasa y una página web —ya se sabe— queda… y queda… y (basta con realizar una búsqueda en internet de “ropa” + “Roveda”) q u e d a…
A lo largo de todos estos años me he dejado namorar por la obra de tres grandes escritores, bien diferentes entre sí. (En el caso del segundo, por su persona en primer lugar…)
Descubrí la narrativa de Leopoldo Alas, «Clarín» de pura casualidad. En 1964 unos amigos norteamericanos, becarios Fulbright como yo, me instaron a que leyera La Regenta, novela cuya venta —según pronto descubrí— estaba prohibida por la censura franquista. Tras intentar en vano adquirir un ejemplar, terminé por leérmela a plazos, cinco días a la semana, de diez a dos, en la biblioteca del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de la calle del Duque de Medinaceli en Madrid. Tuve la gran suerte de que pusieran a mi disposición los dos lujosos tomos, encuadernados en tela estampada y con las célebres ilustraciones entre líneas de Juan Llimona, de la primera edición (1884-1885): ¡una auténtica joya bibliográfica! En retrospectiva, creo que aquella experiencia de lectura pausada —a ritmo decimonónico, por así decir— resultó beneficiosa para mi propia formación.
En la primavera de 1977, un año después de haber defendido en la Universidad de Wisconsin-Madison una tesis doctoral sobre la segunda novela de Alas, Su único hijo, publiqué en la revista Ínsula un artículo (mi primero) con el que me arrojé al maremágnum de los estudios hispánicos. A lo largo del siguiente cuarto de siglo acabaría volviendo, una vez y otra, a la obra de este autor cuyas mejores narraciones se caracterizan por una combinación, en mi opinión sumamente acertada, de brillantez intelectual y complejidad anímica.
Infinitamente más compleja resultaría ser mi relación con Francisco Ayala, colega mío en la City University of New York entre 1973 y 1976, con quien acabé por entablar, tras su jubilación, un vínculo afectivo que perduraría hasta el día de su muerte. Dadas las circunstancias, era natural que sintiera en seguida interés por su extensa obra literaria, a la que vengo dedicándome desde aquel entonces. No es este el momento de entrar en detalles sobre nuestra relación, ni en su vertiente intelectual, ni desde luego en la sentimental. Para lo que aquí nos concierne baste con decir que aunque mi marido jamás interfirió, ni quiso influir, en las lecturas que yo hacía de sus textos, en cambio no dudó en convertirse, bien pronto y por iniciativa propia, en mi maestro de estilística particular.
Mi descubrimiento del tercer autor cuya obra he estudiado en profundidad fue un golpe de suerte. Para un curso avanzado que al final de los años setenta me habían asignado sobre la narrativa española del siglo XX, decidí incorporar a mi lista de lecturas como mínimo una novela que no perteneciese al llamado canon tradicional. Lo consulté con Ayala. «Ponles La Quinta de Palmyra, de Gómez de la Serna —me aconsejó sin vacilar—. Os va a encantar.» Tenía toda la razón. Es más: la lectura detallada que se llevó a cabo en aquella clase me movería, a partir de entonces, a ocuparme de la novelística —a juicio mío, todavía subvalorada— de aquella originalísima figura literaria más conocida como Ramón.
«Ahora vemos por un espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara» (I Cor 13.12). El espejo como medio del autoconocimiento. Cuando yo era niña, soñaba (como niña) con el espejo de Alicia; me vi luego, de joven, reflejada en el borroso espejito de la identidad. El de ahora —agrietado, medio roto— me devuelve la imagen de una mujer, ya mayor, deseosa de poner en orden su legado intelectual.
En este otoño de mi vida también miro, como el dios Jano, hacia delante y hacia atrás. Veo, también, reflejados en una cantidad de publicaciones impresas, cuarenta años de investigación a punto de hundirse en el Leteo. Navego lo mejor que puedo por los canales actuales de comunicación. De todo ello ha surgido mi decisión de crear esta página web: un work in progress acerca del que me gustaría hacer, a continuación, algunas observaciones de índole general.
En primer lugar, creo conveniente abordar, siquiera brevemente, la cuestión del potencial destinatario, tanto de la página en sí como de los textos a los que en ella se hace alusión. «¿Para quién escribimos nosotros?», dio como título Francisco Ayala a un ensayo seminal publicado en México diez años después del final de la guerra civil española. Aunque las circunstancias histórico sociales que a mí me ha tocado vivir fueron, felizmente, otras, la pregunta —hipotética, personal— sigue vigente: ¿para quién escribo yo? ¿Para quién?, ¿por qué? y —en mi caso particular— ¿en qué medida habría influido en todo ello el hecho de que acabase por hacerlo, no ya en mi lengua materna, sino en la de los autores en cuestión?
Respecto al destinatario, me gustaría hacer dos puntualizaciones, ambas de orden personal. En primer lugar, aun cuando al principio de mi carrera docente me vi obligada a satisfacer las exigencias de la profesión («Publish or perish»: el lema de todo profesor novato), procuré entonces, al igual que ahora, redactar mis estudios de tal modo que fuesen accesibles a lectores no especializados. En segundo lugar diré que escribo, ante todo, para mí misma: para tratar de entender mejor una obra, un tema, una idea, un autor… y a la vez (todavía otro espejo), mi propia vida e identidad. La escritura es un acto profundamente solitario; su recepción —el acto de la lectura— lo suele ser también. Durante más de tres décadas tuve el privilegio de convivir con un escritor/lector absolutamente singular con quien podía —y solía— dialogar de forma continua. Ya no está conmigo. Dicen que bien está lo que bien acaba. Depende —diría yo— de cómo se mire…
Bienvenida sea, en todo caso, esta página web. Para elaborarla nos hemos embarcado, Manuel Gómez Ros y yo, en un modesto viaje cibernético. Él es quien ha asumido la responsabilidad de convertir en realidad virtual el contenido de mi curriculum tradicional. El proyecto, de un diseño intencionadamente flexible, es tan suyo como mío; quizá más.
Se ha optado por incorporar a la página, también, la voz y perspectiva del propio Manolo en su calidad de editor/lector. En tal capacidad ha redactado él un pequeño resumen del contenido de cada uno de los estudios en cuestión, texto acompañado a su vez de una breve lista de palabras claves, asimismo de su confección. Partiendo de estas entradas quisiéramos nosotros iniciar un diálogo que ojalá se llegue a convertir en una tácita conversación —un diálogo a tres— con el lector interesado. Se trata de una especie de juego de espejos, o puzzle, mediante cuyos posibles reflejos, o refracciones, pretendemos él y yo abrir nuevas, e inexploradas, vías de lectura eventual.
Carolyn Richmond
Madrid, enero de 2018
A lo largo del proceso de su redacción, este texto se ha ido convirtiendo, por sí solo, en una especie de arte poética disfrazada de declaración de intenciones. No solo en la vida, sino también en el acto de escribir se hace camino al andar… Ojalá esté bien lo que ahora he de dar por acabado ya.
C. R.